
LOS INDIANOS: UN REGALO PARA LLORET DE MAR
El bullicio y dinamismo comercial y económico que se observa en la actualidad solo al llegar a Lloret de Mar (PRIMERA PARADA TOUR COSTA BRAVA) nada tiene que ver con el Lloret pobre y apagado del siglo XIX.
En aquella época solo se dependía de los escasos recursos económicos que proporcionaba la agricultura y la pesca. La única salida de progreso era emigrar.
Era tanta la penuria económica que sufría la población que se calcula que entre 1800 y 1840 un 30% de la población de Lloret optó por emigrar a América en busca de nuevas oportunidades.
Los dos destinos más elegidos eran las ciudades cubanas de La Habana y Matanzas.
Además, en el año 1778 el rey español Carlos III promulgó un Decreto de Libre Comercio con las colonias americanas, lo que fue otro gran aliciente para embarcarse en esta aventura.

Paseo Jacint Verdaguer
En general, los lloretenses emigrantes eran jóvenes de entre 10 y 14 años. Sus humildes familias habían hecho un gran esfuerzo económico para pagarles el pasaje a América o bien ellos mismos trabajaban a bordo del barco para costearse el viaje.
Con el paso de los años, la mayoría de dichos emigrantes se quedaron en América, pero unos pocos (aproximadamente un 1%) regresó a su Lloret natal tras triunfar en sus negocios.
La gente de aquí comenzó a apodar a sus nuevos conciudadanos como “indianos” o “americanos”, en referencia a su lugar de procedencia.
La llegada de un indiano significaba un gran acontecimiento social: se le recibía incluso con orquesta, y todo el mundo quería saludarlo y entablar amistad con él.
El asentamiento de indianos en Lloret de Mar supuso un gran cambio en la vida y fisonomía del pueblo. Compraban las humildes casas de pescadores y las reconvertían en palacetes de estilo neoclásico colonial. Para ellos, la ostentación era lo más importante, y competían para que su casa fuera la más suntuosa.

Casa Garriga
El enclave de mayor concentración de viviendas de indianos fue frente al mar, en un espacio anteriormente ocupado por astilleros navales. Frente a sus casas, diseñaron un paseo con palmeras y suelo arcilloso como recuerdo nostálgico de su paso por tierras tropicales. Es el actual Paseo Jacint Verdaguer.
Desafortunadamente, de todas estas mansiones hoy nos quedan muy pocos ejemplos. Con el auge turístico de los años 60, estos edificios fueron rápidamente sustituidos por bloques de apartamentos y hoteles.
La única casa de indianos que aún se conserva en esta área es la Casa Garriga, situada en el extremo opuesto al Ayuntamiento, en el Paseo Jacint Verdaguer.
CARRER DE LES VIDUES I DONZELLES (Calle de las viudas y jóvenes)
Esta calle es muy céntrica: está cerca de la Iglesia y conecta la calle más comercial y concurrida de Lloret (Carrer de la Vila) con el Paseo Jacint Verdaguer.
Su curioso nombre nos rememora una situación social que se dio en Lloret a raíz de la llegada de los indianos.
Los indianos regresaban ya mayores, oficialmente solteros, y era habitual que se casaran con jóvenes del municipio ansiosas por recibir atenciones y riquezas.
Sin embargo, antes de la boda se les obligaba a firmar un documento según el cual, si enviudaban, no podían volver a casarse.
Este precepto tenía como fin que la fortuna del indiano se quedara en su familia de origen.
Durante un tiempo hubo en Lloret muchas jóvenes viudas (“donzelles vidues”).
Cuenta la rumorología popular que todas las viudas cumplieron con el pacto menos una, cuyo nuevo marido era aún más adinerado que el difunto indiano.
